Cuando miras
y solo ves el lento discurrir monótono
y cotidiano,
es el frío que te atenaza.
Cuando recorres las calles
dibujadas de apatía y de silencio,
es el frio que te envuelve.
Cuando tus pasos pisan las hojas caídas
que, mojadas por la lluvia de la tarde,
anuncian un invierno que avanza,
es el frio que te acecha.
Cuando el invierno pervierte
las ilusiones que aquel verano escribió
en ese cuaderno que guardas bajo el
colchón en el que a veces duermes,
es el frio que te invade.
Cuando te cansas de tanto andar
y das los esfuerzos por perdidos
bajo ese manto de hojarasca donde
habitan la iguana y el caimán,
es el frio que te engaña.
Cuando el lento caminar
se torna parálisis callada y
resignada,
es el frio que te adormece,
que te acuna, que te roba el sueño y
te cuenta el viejo cuento
donde la iguana devora los ojos de
aquellos que no sueñan.
Es el frío que atenaza
ResponderEliminarEs el frío que envuelve
Es el frío que acecha
Es el frío que invade
Es el frío que engaña
Es el frío que adormece
Es el frío...
Siempre el frío,amigo mío.