Cuando abrió los ojos
hacia calor. Después de varios días de lluvia, viento y frío relucía un día espléndido. No tenía claro cuantas horas había
dormido, se había sentado temprano a cenar ante la
tele, no recordaba que programa emitían en aquel momento pues cansado
había caído con rapidez en un profundo sueño, y allí había
amanecido vestido, despejado por un rayo de sol que, posado sobre
sus parpados, lo había despertado. Recorrió la habitación en la
que se hallaba con la mirada y mientras la inspeccionaba con
detenimiento tomó la decisión de escribir, ha llegado la hora de
escribir un relato, se dijo así mismo. Se levantó y se dirigió
al ordenador, abrió una página en el procesador de textos y se puso
a pensar. La pagina en blanco, limpia e inmaculada, contrastaba con
el desorden que reinaba a su alrededor. Mientras miraba fijamente la
página intentando concentrarse, una idea se apoderó de su voluntad,
una idea que le podría permitir recuperar el equilibrio perdido. Se
levantó de la silla y fue al armario situado a su derecha, sacó la
aspiradora y la puso en marcha, primero aspiró la sala en la que se
encontraba, cada milímetro que limpiaba descubría la amplitud del
desorden al que había llegado en los últimos meses y la capacidad
para aceptarlo como algo normal. Cuando terminó con la aspiradora,
cogió un trapo húmedo y se dedicó a limpiar el polvo acumulado en
los muebles, en el proceso, sacó los libros de las estanterías y
uno a uno fue limpiándolos y colocandolos por orden, un orden que
hacía tiempo habían perdido, un orden que le reconciliaba
lentamente con el espacio que habitaba. Al acabar con los libros,
continuó con la ropa, los cuadros colgados en la pared, el cuarto de
baño, la cocina, los cristales de las ventanas y terminó con el
suelo, si el suelo. Lo fregó a conciencia, como solía hacerlo
tiempo atrás ¿cuando había sido la última vez? no lo recordaba.
Al terminar la limpieza, abrió las ventanas para que entrara el
aire, el sol se había ocultado y la noche era tranquila, las
estrellas dibujaban gotas de luz y no se apreciaban restos de nubes.
Encendió todas las luces de la casa y repasó cada rincón, cada
recoveco, cada recodo, la casa estaba limpia, impoluta. Se felicito a
si mismo, se sentía algo cansado pero satisfecho por el resultado,
había hecho un buen trabajo. Fue entonces cuando se acordó del
relato, se acercó al ordenador, la página seguía en blanco, limpia
y nítida como la casa ahora y esperaba paciente las letras que la
definieran. Se sentó ante el teclado y tras unos minutos con la
mirada fija en la pantalla escribió una palabra, tan solo una
palabra: FIN. Guardó el archivo y se fue a la cama, era tarde y al
día siguiente tenía que levantarse temprano.
domingo, 1 de marzo de 2015
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