La brisa del
ventilador refresca su espalda mientras pisa el pedal de la maquina
de coser. Cada pedaleada cinco céntimos, cada veinte un euro, cada hora trescientas pedaladas. Catalogos de sofás, papel
couché a todo color, miles de catálogos, miles de sofas ante sus ojos, publicidad de diseño,
sofás para vestir salones, salones para alojar sofás y tardes de
domingo, sofás frente al televisor, televisores presidiendo salones, salones retransmitidos por los televisores, pantallas de plasma que vomitan
publicidad: “renueve los muebles de su casa para salir del hastío”.
Jueves,
viernes, sábado, días eternos pisando el pedal, tiempo perdido. “No se preocupe,
cuando termine de coser, tendrá la espalda dolorida y la sensación
de haber malgastado su tiempo, pero, tranquilo, podrá gastarse el dinero ganado en
un sofá de nuestro catalogo y así se recuperará del esfuerzo
realizado. La semana que viene quizás tenga que encuadernar un
catalogo de lamparas o de alguna que otra cosa inútil. Mas porque
preocuparse, es la economía, así funciona, siga dándole al pedal y
no piense, pensar le distrae y el pedido se retrasa.”
Sofás, papel couché, horas, minutos, siglos pisando el pedal en una habitación iluminada con tubos fluorescentes; gesto mecánico, gesto automático que le permite deambular, entre pisada y pisada, por playas de arena dorada, playas desiertas habitadas por personas que no saben de lamparas, que no conocen los sofás, que no entienden de diseño, ni de catálogos en papel couché.
Sofás, papel couché, horas, minutos, siglos pisando el pedal en una habitación iluminada con tubos fluorescentes; gesto mecánico, gesto automático que le permite deambular, entre pisada y pisada, por playas de arena dorada, playas desiertas habitadas por personas que no saben de lamparas, que no conocen los sofás, que no entienden de diseño, ni de catálogos en papel couché.