"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

sábado, 31 de agosto de 2013

Instante 45. Esperando a la luna

Hoy, como tantas otras noches a lo largo de tu vida,
te alejas de la ciudad, te sientas en la tierra 
y miras el cielo.
Aspiras despacio el humo,
esperas a que la bruma se aleje de tu mente,
a que la sangre fluya despacio,
a que el tiempo se detenga
y la luna, esa luna en cuarto menguante,
aparezca entre las ramas de los árboles
y te acune en su regazo.

domingo, 18 de agosto de 2013

Instante 44. Cansancio

Cansado de mirar tus ojos y no ver nada.
Cansado de recorrer las calles cuando anochece.
Cansado de buscar tu voz entre arrugados papeles, la pantalla del ordenador o el móvil apagado.
Cansado de imaginarme momentos logrados.
Cansado de escuchar tus latidos alejándose calle abajo.
Cansado de esperar una respuesta...

y solo hallar el silencio monótono que generan los ruidos cotidianos.

instante 43. Un mes después

Un mes después...
el tiempo sigue su camino,
el sol quema inmisericorde el paisaje,
la hormiga continua laboriosa robándote las uñas
y tus lágrimas no logran que brote una flor.

Un mes después...
el tiempo, la hormiga, tus lágrimas...

y el sol en una esquina del encuadre.

Instante 42. Verano, calor y grillos

Hace bochorno y oyes como el canto de los grillos, “cri, cri” , inunda la noche. Intentas averiguar de donde viene, no lo logras, pues según parece lo emiten en una longitud de onda similar a la distancia que separa, entre si, a nuestros oídos, algo que dificulta su localización. Cierras los ojos e imaginas a los grillos frotando sus alas para atraer a las grillas, “cri, cri”, “estoy aquí y soy grande”. Siempre la misma historia, la eterna danza del amor y del deseo.
Abres los ojos y piensas, quizás alguno de esos grillos sea Titono, hijo del rey de Troya, convertido en inmortal por Zeus a petición de Eos, diosa de la Aurora, perdidamente enamorada del muchacho. Mas se olvidó pedirle también la juventud eterna, por lo que Titono, con el paso del tiempo, envejeció y se arrugó hasta convertirse en un grillo, un grillo que ya no canta “cri, cri” sino “Mori, mori”. Desde entonces, al amanecer, Eos, cuando lo escucha, llora en silencio y sus lágrimas mojan la hierba.