El sueño desciende por las paredes y arranca la pintura ya gastada. Se detiene en esa tela de araña que, olvidada en un rincón, se descompone. Se desliza por el suelo, sigiloso te atrapa por los pies y te recorre. Escribe palabras que brotan por tus dedos, palabras que alineas una a una mientras esperas que se cueza el arroz en la cocina o la luna venza a la nube que la persigue a lo largo de un cielo dibujado por las horas que pasaron dando gritos y dejaron unas huellas bien marcadas en el suelo que tu pisas cuando andas.
El sueño descompone la distancia y logras llegar a donde esperabas, mas las horas revientan la burbuja y te arrojan al punto de partida, a ese espejo que refleja ya tu cara, al grifo abierto, la cuchilla de afeitar y la rutina.