"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

domingo, 14 de junio de 2015

Músicas 3. ¡Ay Pena, Penita, Pena!

Hay canciones que conformaron la banda sonora de la infancia de ese niño introvertido que pasaba las horas en la calle, que acumulaba tesoros a base objetos encontrados. Canciones que con la llegada de la adolescencia rechazastes porque formaban parte de una realidad de represión e injusticia de la que apostatabas. Hay canciones que te asaltan en la madurez en una versión más acorde a tu trayectoria y que una vez incrustadas en tu piel te ayudan a recuperar su versión original, despojada ya de esa cultura asfixiante que esculpió tu infancia a base de brazos alzados e himnos patrióticos. Entre esas canciones “Ay pena penita pena” es una canción central, canción que oías cantar a las vecinas cuando lavaban la ropa, o que sonaba en la voz de Luisa Ortega o Lola Flores cuando tu abuela sintonizaba  aquellos programas familiares tan populares en la época.


Canción que lanzarías al pozo del olvido, como tantas otras, para huir de esa cultura impostada que ocultaba la realidad del frío, la escasez y la tristeza . Canción que reencontraste en esa versión maravillosa que Antonio Vega nos regaló allá por los años 90.




Versión que te ayudó a reconciliarte con esa memoria rechazada, de sábanas tendidas en el campo o en el patio trasero de las casas que RENFE ponía a disposición de sus trabajadores, de esas vecinas con rulos que cantaban mientras hacían de comer, de ese olor a puchero que los domingos de invierno invadía tu casa, de esas tardes perdidas de domingo en las que darle patadas a las piedras era el único entretenimiento, mientras en una radio cercana se escuchaba carrusel deportivo o algún programa local de discos dedicados.

Canción que el año pasado grabó, en otra magnifica versión, el grupo Marlango y que demuestra que hay canciones que transcienden una época y unos clichés, y se expanden, y te envuelven...






Ay, Pena Penita Pena

Si en el firmamento poder yo tuviera,
esta noche negra lo mismo que un pozo,
con un cuchillito de luna lunera,
cortaría los hierros de tu calabozo.
Si yo fuera reina de la luz del día,
del viento y del mar,
cordeles de esclava yo me ceñiría
por tu libertad.

¡Ay, pena, penita, pena -pena-,
pena de mi corazón,
que me corre por las venas -pena-
con la fuerza de un ciclón!
Es lo mismo que un nublado
de tiniebla y pedernal.
Es un potro desbocado
que no sabe dónde va.
Es un desierto de arena -pena-,
es mi gloria en un penal.
¡Ay, penal! ¡Ay, penal!
¡Ay, pena, penita, pena!

Yo no quiero flores, dinero, ni palmas,
quiero que me dejen llorar tus pesares
y estar a tu vera, cariño del alma,
bebiéndome el llanto de tus soleares.
Me duelen los ojos de mirar sin verte,
reniego de mí,
que tienen la culpa de tu mala suerte
mis rosas de abril.

¡Ay, pena, penita, pena -pena-,
pena de mi corazón,
que me corre por las venas -pena-
con la fuerza de un ciclón!
Es lo mismo que un nublado
de tiniebla y pedernal.
Es un potro desbocado
que no sabe dónde va.
Es un desierto de arena -pena-,
es mi gloria en un penal.
¡Ay, penal! ¡Ay, penal!
¡Ay, pena, penita, pena!

sábado, 6 de junio de 2015

Instante 68. Dudas

Te sientes atrapado en el personaje, envuelto en una mentira que creada poco a poco no controlas. Percibes que proyectas una imagen falsa que te obliga a actuar. Dudas, dudas de todo, de lo que haces, de los que dices, de lo que representas…, dudas de ti. Despliegas con sigilo y sin darte cuenta una actitud, un gesto prolongado con el que ocultas las dudas... una pose, al fin y al cabo solo una pose, hueca y falsa con la que encubres el vértigo que domina tus pasos.