Hay días nublados, días con luz
tenue,
días de otoño.
Días en que no sales de casa,
te quedas en pijama,
te cortas las uñas, te afeitas...
pasas la aspiradora,
pliegas la ropa acumulada en los
sillones,
te tumbas y miras al techo,
la mancha que apareció hace días con
las primeras lluvias sigue creciendo,
la lavadora se ha roto y tienes que
lavar a mano,
el frigorífico hace agua,
y un grifo no para de gotear.
Hay días nublados que te devuelven a
la realidad,
una vida hecha a parches, con grietas
por donde entra el frío,
esa humedad constante y persistente
que como la carcoma
corroe los huesos sin percibirlo.
Hay días nublados,
días para mirar de cerca,
para tapar las goteras y reparar lo que
queda en pie,
para seguir...
para mirar a los ojos
y saber que aún hay un suelo bajo los
pies.