Cuando
fui detenido no opuse resistencia, no negué los cargos, para que negarlos. Me limité a
estar callado y aunque nunca me he arrepentido de nada, renuncié a un
abogado y esperé con calma la sentencia. Me encontraba roto,
cansado. Solo deseaba dormir, dormir largos días, no pensar en nada.
No concedí entrevistas y eso que tuve ofertas generosas, durante semanas fui noticia relevante. No me
relacioné con otros presos, no me fiaba de nadie, sabía que tarde o
temprano moriría en la ducha o mientras dormía, mis días estaban
contados, era inútil resistirse. Logré así sobrevivir, adaptarme a
mi nueva vida. Ahora, los funcionarios me respetan, pero se que eso
no cambiará el final. Cualquier día, cuando menos lo espere,
aparecerá un objeto cortante clavado en mi costado, será un acto
silencioso, anónimo... una ejecución pagada.
domingo, 22 de junio de 2014
sábado, 21 de junio de 2014
Instante 55. Infancia rescatada
De niño buscaba en los rincones, lejos del ruido y lejos de la casa, la calma perseguida, la complicidad del aire, el lento paseo por sueños inventados, al compás de un zumbido monótono y cotidiano; compás capaz de transportarlo más allá de una realidad que anulaba el deseo. Leía textos escritos en papeles manchados, papeles que ocultaba como quien oculta un tesoro. Buscaba en esos rincones la puerta dibujada con trazos indecisos, la puerta que llevaba al trino de los pájaros, al fruto de las malvas o al canto de los grillos. Dormía en las cunetas a salvo de relojes. Al atardecer, su madre lo buscaba, “¿por qué te escondes para comer esas cosas? un día te vas a poner malo, ven a casa que es hora de acostarse”. El sol ya se escondía, la noche acechaba sus piernas desnudas y su boca... entreabierta con sabor a malvas o huesos de albaricoque.
Etiquetas:
Instantes
Suscribirse a:
Entradas (Atom)