"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

sábado, 29 de enero de 2011

Relatos de un asesino 6. Los riesgos de madrugar.

Desde siempre he acariciado la idea de que la humanidad se divide en dos bloques. Por un lado los madrugadores compulsivos, aquellos que se levantan antes de que salga el sol, porque si, porque se lo pide el cuerpo. Por otro, los madrugadores forzados, los obligados por el despertador y por el trabajo. Yo me encuadro en el segundo grupo, por ello cuando recibí el aviso del cliente que quería verme a aquella hora tan intempestiva la mala leche inundó mis venas. 
Debían de ser las 4 de la mañana y el frío era penetrante. El parque vacío, tan solo un individuo vestido con ropa deportiva hacia estiramientos en un claro, a la luz de una farola. Era alto, bien plantado, rebosaba vitalidad. Me saludó con una amplia sonrisa, mostrándome unos dientes blancos, muy blancos, y parejos, muy parejos. Contra más lo miraba, más lo detestaba, odio la ostentación y la física es la que menos soporto. 
El encargo era sencillo, se había cansado de su mujer y yo debía de matarla. Tal como le había avisado, traía la mitad de lo acordado en billetes usados y una foto del objetivo. Mas, a estas alturas de la noche, yo ya no tenia claro quien merecía morir. 
Al guardarme el dinero en el bolsillo de la chaqueta roce la navaja automática que siempre me acompaña y una idea extrambótica se apoderó de mí. Me acerque para despedirme y con un rápido movimiento se la clavé en el corazón. Murió instantáneamente, casi sin sufrir. Me guardé el arma en el bolsillo y desaparecí rápidamente. 
Había renunciado a la mitad del dinero, pero como no soy ambicioso no me preocupó, al contrario, me encontraba satisfecho pensando que había librado a una bella mujer de semejante elemento.

Pensiones, mercados y otras cosas que vender

Con el acuerdo sobre las pensiones y el nuevo pacto que se avecina, uno no sabe si alegrarse o deprimirse más. Está claro que es mejor, menos malo, que el previsible decreto que nos anunciaba el gobierno al dictado de los lobbys neoliberales, pero no por ello deja de ser un nuevo recorte, un nuevo paso atrás, pero no para tomar impulso. Es el certificado de una derrota, la constatación del desanimo, el desconcierto y la resignación que impera. Cautivo y desarmado el ejercito rojo la “paz social” se impone. ¿Qué paz social?. La paz de los mercados. Todo se compra, todo se vende y si no tienes euros quedate en tu casa y no molestes.

Instante 2: Viernes por la tarde

Es viernes, me tomo la tarde libre. El cielo está nublado, afuera hace frío, mucho frío. En la tele hablan del pacto. En la calle, "de qué pacto me hablas, joven", "del de las pensiones", "pues a los jovenes os han jodido bien, ¿no vais a hacer nada para evitarlo?"... La indiferencia, el desanimo y el desinterés campan por doquier. "No entiendo tu actitud, chaval". "Ya no soy un chaval, abuelo, y para que quiere entenderlo, es una perdida de tiempo, de energía, mejor dedicarse a otros asuntos más placenteros, pues usted debería saber, mejor que nadie, que nada cambia, siempre es el mismo juego, donde cada avance trae su retroceso y a veces por ración doble". 
Es viernes, ya oscurece, y como cada viernes espero con calma al sábado y al domingo.

domingo, 23 de enero de 2011

Instante 1: Entre vinos

Las doce de la mañana. Un domingo cualquiera. Sentados, beben unos vinos entre olivas y verduras asadas, entre platos y vasos vacíos, entre recuerdos e ideas amadas, entre derrotas, enfermedades y demás equipaje. Afuera el frío arrecia y son tiempos duros. Adentro, en la mesa del bar, proyectos con aroma de alcohol y bolígrafo, relatos de violencia y vacío. La literatura como refugio, la palabra como vehículo en esa charla dispersa que detiene el tiempo y permite que cojamos aliento.

viernes, 21 de enero de 2011

Relatos de un asesino 3. La importancia de la planificación.

Entre los defectos que me definen, por mucho que busque, no encuentro  la improvisación. En este oficio es importante que todo esté planificado, nada puede dejarse al azar, cada acto debe encajar con exactitud en el puzzle que manejas.
Lo conocí un día extraño aunque sabía de él todo lo necesario. Esperaba el autobús, a veces abandono la rutina y dejo el coche en el garaje. Estaba solo en la parada cuando se acercó y me pidió fuego, tenia un andar alegre, una voz rota que conservaba una hermosa melodía, una mirada profunda. Cuando mis ojos se cruzaron con los suyos, las glándulas suprarrenales comenzaron a segregar adrenalina. Lo que ocurrió después fue muy rápido, el bolígrafo con el que estaba escribiendo se convirtió en la herramienta apropiada. Se desplomó sin entender que había ocurrido, pero de poco le habría servido saber que no era nada personal, tan sólo negocios.
Era una mañana esplendida y decidí entonces dar un paseo, a veces es necesario hacer algo de ejercicio.

domingo, 16 de enero de 2011

El regreso. Relato

(Texto enviado al concurso Relatos en cadena para el pasado día 13, no seleccionado y por eso aparece aquí)

Nadie, en varios kilómetros a la redonda, sabría decir su nombre y eso que había nacido allí. Nada le resultaba familiar, su casa convertida en una discoteca, el río desviado y canalizado para mayor aprovechamiento del agua. Había vuelto a su origen, pero éste había desaparecido con el viejo olivo que acogía sus juegos. Se paró ante una oficina bancaria, en su época, la casa del maestro. Se palpó la sobaquera y entró, no quedaban huellas del pasado, todo era frío y extraño. Se acercó a la cajera y apuntándole con la pistola le pidió que accionara la alarma. Si todo salia bien no tardaría en estar entre gente conocida. 

Lecturas inapropiadas

Un amigo mio, muy sensato él, me dice que, aunque por mi trabajo lo tenga muy a mano, no debería leer a ciertos medios como la Gaceta, pero no puedo evitarlo. 
Este periódico ha cogido como bandera para el 2011 la lucha contra la ley del tabaco, Tabaco Party, lo llama algún columnista. Bajo ese estandarte pretenden aglutinar a todos los descontentos, fumadores y hosteleros, teóricamente perjudicados por la ley. Pero bajo la pancarta de la libertad esconden la del "hago lo que me da la gana y a mi no manda ni mi madre". 
Son los neoliberales, se nos presentan camuflados de corderos, de demócratas de pro, que tras ese discurso, en apariencia libertario, esconden a una víbora venenosa que inocula con sus soflamas una mezcla de fascismo y liberalismo económico con muchas dosis de resentimiento y mala leche. 
Quizás mi amigo tenga razón y por mi salud no deba de leer ciertas cosas