Una tarde fría, el viento mueve la farola que alumbra la calle. Suena un disparo. Un diente cae al suelo mientras la bala sale por la nuca, creando una corriente gélida que dibuja una sonrisa mellada. Guarda la pistola en la sobaquera y abandona el lugar con esa sonrisa grabada en la retina. Una sonrisa tétrica que le perseguirá durante más de treinta años, hasta que otra bala borre esa imagen de su memoria.
domingo, 26 de febrero de 2012
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