Acercó
la boca del bebé al bíceps de su brazo izquierdo.
Al
instante, el crío dejó de llorar y empezó a succionar buscando la
leche que necesitaba para saciar el hambre. La leche no salía, pero
cada intento que hacía lo relajaba más y más, por
lo
que pasados unos minutos
quedó plácidamente dormido. Cuando la madre llegó, nerviosa por la tardanza, cogió en brazos al niño y lo
acercó a la teta, éste se despertó y empezó a mamar, esta vez, la
leche, si salía y
llenaba su boca.
El padre se aproximó con
sigilo,
orgulloso del hematoma de su brazo y miró como el niño mamaba con fruición. Mientras contemplaba la escena, nunca lo había visto tan concentrado, una
lágrima resbaló por su
mejilla y cayó sobre la frente del crío, la recogió con el dedo y
la depositó en sus labios justo
en el momento en que creyó percibir
que
su
hijo
dibujaba una
sonrisa sin
soltar el pezón...,
nunca una lágrima le
supo tan dulce.
domingo, 20 de julio de 2014
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