La casa fría. Tras
casi ocho meses el papel sigue en blanco en espera de esas frases,
de esas palabras sueltas que expresen una idea, una emoción...
palabras capaces de describir un estado de ánimo, de romper el
silencio que habita por las calles , de diluir el miedo que paraliza
las piernas y enmudece las gargantas.
La casa fría. Bajo un
sol pálido que no calienta y a merced de un viento que penetra por
las rendijas, que azota unas vidas hechas a retazos que se juntan al
calor de una sonrisa.
La casa fría, la tuya,
la mía, la de la vecina que espera el subsidio para poder pagar la
luz y recuperar, aunque solo sea por unos días, la alegría.
La casa fría. La de
esa familia con cuatro hijos que hoy ha tenido que abandonarla por no
poder pagar el alquiler.
La casa fría. La casa
de todas, la que nos espera cada noche, en la que dormitamos
acurrucados bajo una manta y, abrazados, soñamos con ese sol
cálido que nos impulse a caminar.
La casa fría...
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