"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

jueves, 12 de mayo de 2016

Instante 70. La rutina

A veces... la rutina
tapona los agujeros
que el tiempo provocó
en la habitación que habitas.

A veces... la rutina
genera los descansos
que el cuerpo busca,
añora y necesita.

A veces... la rutina
es la única aliada
para afrontar el caos
que acosa nuestras vidas.


martes, 9 de febrero de 2016

Músicas 4. Guitarra negra. Alfredo Zitarrosa



La primera vez que escuchaste a Zitarrosa tendrías 15 años, fue en un programa de esa televisión pública, en la que, en los últimos años del franquismo, se colaban algunas cosas que en otro momento hubieran sido imposibles. La imagen de aquel hombre vestido con traje negro, pelo engominado y un pañuelo blanco en la mano izquierda, con la que de vez en cuando se secaba el sudor provocado por los focos, quedó grabada en tu memoria. Años más tarde, no recuerdas si en el 78 o 79, cuando vivías con tus colegas en un piso alquilado, “Incordio y suplicio o imagen del grupo de los sorprendidos” así lo había bautizado el Toni, llegó el Marcelino, un uruguayo que había decido también emanciparse, traía consigo su ropa y un disco “Guitarra negra”, un disco que os impactó y que durante mucho tiempo no dejó de sonar en la casa, sobre todo la cara A, toda ella ocupada por una larga canción que daba titulo al disco. Años más tarde la recuperaste gracias al youtube y te diste cuenta que te seguía emocionando como tantas otras canciones de este cantor que vivió gran parte de su vida en el exilio, y que se dedicó a la canción de forma fortuita como relató, años más tarde, el mismo, “No tenía ni un peso, pero sí muchos amigos. Uno de ellos, César Durand, regenteaba una agencia de publicidad y por sorpresa me incluyó en un programa de televisión, y me obligó a cantar. Canté dos temas y cobré 50 dólares. Fue una sorpresa para mí, que me permitió reunir algunos pesos”
Hoy traigo aquí la canción y la letra, un texto en prosa que Zitarrosa grabó en tres discos diferentes, como podréis comprobar en el enlace de la wikipedia que adjunto a continuación.






GUITARRA NEGRA



Introducción

Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra... Cómo haré para que sientas mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera y mía... Cómo se toca tu carne de aire, tu oloroso tacto, tu corazón sin hambre, tu silencio en el puente, tu cuerda quinta, tu bordón macho y oscuro, tus parientes cantores, tus tres almas, conversadoras como niñas... Cómo se puede amarte sin dolor, sin apuro, sin testigos, sin manos que te ofendan... Cómo traspasarte mis hombres y mujeres bien queridos, guitarra; mis amores ajenos, mi certeza de amarte como pocos... Cómo entregarte todos esos nombres y esa sangre, sin inundar tu corazón de sombras, de temblores y muerte, de ceniza, de soledad y rabia, de silencio, de lágrimas idiotas...

Allanamiento

Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa... Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil,
abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma... Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del Café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejía, al Uruguay ballista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables... Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión... Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre, ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie... ni a los muertos Fernández más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo... Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa abiertas... y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales... la noche entrará, cabeceando, saltará para adentro, sombra a sombra a la luz del farol... y se echará en el piso como un perro... y aguardará hasta la madrugada... Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre...

La casa

... Mi corazón está mejor sitiado que mi casa... mi casa, más cercada que mi barrio... mi barrio, cercado por mi Pueblo... En mi barrio vive el Presidente, cercado por un muro casi derrumbado...

Uruguay for export

Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res... Cae con estrépito, de bruces sobre el cemento... balando al descuajarse su osamenta, ya sólo un pobre costillar enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada de huesos astillados, hincados en toda esa vida temblorosa y atónita... Ahí se va alzando, como un pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la alza por un ojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras medita lentamente por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quién que es ella misma, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes, que nunca habían dolido y que eran tantas partes, tan extensas... y que pastando nunca habían dolido... haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y cornamenta viva, que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros... y nunca habían dolido... Ya está colgada... Las patas delanteras se enderezan, se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas, rematadas en cortas pezuñas que hace un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros cien balidos, dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos para morir de un marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: "Uruguay for export"... Aquella res, que murió de un marronazo, cayó y tembló todo el frigorífico... Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente, de dos dedos de espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había pasto, alcanzó a comprender que había otra res delante, balando, que ya se la llevaba el gancho... y cayó detrás, también, y el cemento tembló bajo esos huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también, con un ojo reventado y una guampa partida, deshecha, también cayó y tembló la tierra, tembló el marrón, tembló el marronero; la res, murió temblando de dolor y de miedo... de un marronazo en plena frente "for export" del
Uruguay.

Flor show (por vals)

En la punta del agua... una flor blanca, luminosa, de quince dólares, se hace chispa, se abulta, se diluye, chorrea entre otras flores más pequeñas, llora, se agita, la catapulta el chorro de agua y sube como bola en el aire... Está naciendo siempre, mientras el agua canta en esa fuente de la boîte... Entre aplausitos, al compás de la orquesta, blanda flor blanca, acuosa, nostalgiosa en el aire... subida en los aplausos como espitada, hendida, empitonada... gime y llora en la noche, tira estrellas bailando bajo el humo, renace, llora por el chorro azul-blanco de la fuente como si fuera planta que la cría -y que no es-... y sin embargo, así seguirá abriéndose, muriendo, hinchándose y flotando, mientras duren la noche, su belleza infantil de ingeniería, su blando corazón bajo el foquillo fijo y lechoso... el gringo, el chorro de agua a precio, el aire de importación, esas hembras, el mozo, esos señores...

Mis alas

... Hace un buen rato ya que doy trabajo y vengo acostumbrándome al desuso de mi alma, a la razón del enemigo, a mis sesenta cigarrillos diarios, a las malas costumbres de mis canciones, que de algún modo siempre fueron nuestras, vos lo sabés, Guitarra Negra... Hoy reanudo en un cómico enderezo la hora de ayer parada en su nostalgia… Me hacen sufrir las alas que me puse para volar, mas grito y se alzan, gimo y me acompañan, río y baten de a dos, como que están amándose y se odian sin embargo mis dos alas... se odian, se enderezan, se hacen amigas mías para llevarme por todas partes: allá está la canción, aquí la nada... más allá el Pueblo y más acá el Amor... Pero el Pueblo está también más acá... y antes estaba allá también, detrás del Pueblo el Pueblo... Hemos viajado por todos mis caprichos y el Pueblo osando el piso, amándose con alas como las mías... odiando su destino, odiándome y amándome sin alas, con millones de pies, con manos y cabezas y lenguas... y sus mil bocas dicen: "ahora, la suerte ya está echada..."
La mariposa

La mariposa viene hacia mí en la calle, en el aire húmedo, por el aire húmedo bailando, por el aire agobiante, ominoso, bailando en el aire caliente... y yo vi que no era a mí a quien buscaba sino a la muerte... y que no buscaba la muerte también vi, porque no era mariposa de la ciudad de hierro, ni nacida para eso... sino que era mariposa nada más, en la ciudad, presa y ya muerta de antemano, fatalmente... buscando en ese bailar loco y frágil un ala, un grano, una pizca de polen en el cemento... Porque la mariposa nace y no aprende nada hasta que muere en cualquier sitio, herida de muerte por su semana justa, por su tiempo preciso, por su sorbito de vida ya bebida... Eso no es tan triste... triste es ver su cadena de huevos en el hollín, depositados junto a un río de aceite, a la sombra de las altas paredes de cemento... Su cadena de huevos de seda...
Hago falta

Hago falta... yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy... Siento que hay un sitio para mí en la fila, que se ve ese vacío, que hay una respiración que falta, que defraudo una espera... Siento la tristeza o la ira inexpresada del compañero, el amor del que me aguarda lastimado... falta mi cara en la gráfica del Pueblo, mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo... los ojos míos en la contemplación del mañana... mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos.

Exhortación y propósitos

Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra, guitarra negra... Dice Enrique, mi hermano, que hay cierto perro hundido que se lame mansamente y nos lame, lamiéndose, una herida quieta allá al fondo, sentado en su escalón... Y dice más mi hermano el otro Enrique, en Praga: dice que amarte con certeza, hacerte enteramente hembra, darte lo que de vida tengan mis urgencias, será amar más y más a Jaime; amarlo, más de veras... por su alma, su propio perro mordedor bajo el garrote, el cable, el puñetazo, la bolsa de arpillera, el plantón y el insulto... la olvidada mejilla que no ponen ni él ni nadie a golpear... sino con hambre y Rita y JoséLuis, por Gerardo y Raúl y Rosa y Sara y Mauricio... y por todos nuestros muertos... Y he sabido, guitarra, que este otro perro que criaste, ladrador, campesino, a veces manso o vigilante, que roe su propio hueso en la penumbra y gruñe... cual casi todo perro popular, vagará por tus anchas veredas, tus milongas sangrantes... hasta morir también... tal vez un día... de soledad y rabia... de ternura... o de algún violento amor; de amor... sin duda.








lunes, 8 de febrero de 2016

Instante 69. La casa fría

La casa fría. Tras casi ocho meses el papel sigue en blanco en espera de esas frases, de esas palabras sueltas que expresen una idea, una emoción... palabras capaces de describir un estado de ánimo, de romper el silencio que habita por las calles , de diluir el miedo que paraliza las piernas y enmudece las gargantas.
La casa fría. Bajo un sol pálido que no calienta y a merced de un viento que penetra por las rendijas, que azota unas vidas hechas a retazos que se juntan al calor de una sonrisa.
La casa fría, la tuya, la mía, la de la vecina que espera el subsidio para poder pagar la luz y recuperar, aunque solo sea por unos días, la alegría.
La casa fría. La de esa familia con cuatro hijos que hoy ha tenido que abandonarla por no poder pagar el alquiler.
La casa fría. La casa de todas, la que nos espera cada noche, en la que dormitamos acurrucados bajo una manta y, abrazados, soñamos con ese sol cálido que nos impulse a caminar.

La casa fría...

domingo, 14 de junio de 2015

Músicas 3. ¡Ay Pena, Penita, Pena!

Hay canciones que conformaron la banda sonora de la infancia de ese niño introvertido que pasaba las horas en la calle, que acumulaba tesoros a base objetos encontrados. Canciones que con la llegada de la adolescencia rechazastes porque formaban parte de una realidad de represión e injusticia de la que apostatabas. Hay canciones que te asaltan en la madurez en una versión más acorde a tu trayectoria y que una vez incrustadas en tu piel te ayudan a recuperar su versión original, despojada ya de esa cultura asfixiante que esculpió tu infancia a base de brazos alzados e himnos patrióticos. Entre esas canciones “Ay pena penita pena” es una canción central, canción que oías cantar a las vecinas cuando lavaban la ropa, o que sonaba en la voz de Luisa Ortega o Lola Flores cuando tu abuela sintonizaba  aquellos programas familiares tan populares en la época.


Canción que lanzarías al pozo del olvido, como tantas otras, para huir de esa cultura impostada que ocultaba la realidad del frío, la escasez y la tristeza . Canción que reencontraste en esa versión maravillosa que Antonio Vega nos regaló allá por los años 90.




Versión que te ayudó a reconciliarte con esa memoria rechazada, de sábanas tendidas en el campo o en el patio trasero de las casas que RENFE ponía a disposición de sus trabajadores, de esas vecinas con rulos que cantaban mientras hacían de comer, de ese olor a puchero que los domingos de invierno invadía tu casa, de esas tardes perdidas de domingo en las que darle patadas a las piedras era el único entretenimiento, mientras en una radio cercana se escuchaba carrusel deportivo o algún programa local de discos dedicados.

Canción que el año pasado grabó, en otra magnifica versión, el grupo Marlango y que demuestra que hay canciones que transcienden una época y unos clichés, y se expanden, y te envuelven...






Ay, Pena Penita Pena

Si en el firmamento poder yo tuviera,
esta noche negra lo mismo que un pozo,
con un cuchillito de luna lunera,
cortaría los hierros de tu calabozo.
Si yo fuera reina de la luz del día,
del viento y del mar,
cordeles de esclava yo me ceñiría
por tu libertad.

¡Ay, pena, penita, pena -pena-,
pena de mi corazón,
que me corre por las venas -pena-
con la fuerza de un ciclón!
Es lo mismo que un nublado
de tiniebla y pedernal.
Es un potro desbocado
que no sabe dónde va.
Es un desierto de arena -pena-,
es mi gloria en un penal.
¡Ay, penal! ¡Ay, penal!
¡Ay, pena, penita, pena!

Yo no quiero flores, dinero, ni palmas,
quiero que me dejen llorar tus pesares
y estar a tu vera, cariño del alma,
bebiéndome el llanto de tus soleares.
Me duelen los ojos de mirar sin verte,
reniego de mí,
que tienen la culpa de tu mala suerte
mis rosas de abril.

¡Ay, pena, penita, pena -pena-,
pena de mi corazón,
que me corre por las venas -pena-
con la fuerza de un ciclón!
Es lo mismo que un nublado
de tiniebla y pedernal.
Es un potro desbocado
que no sabe dónde va.
Es un desierto de arena -pena-,
es mi gloria en un penal.
¡Ay, penal! ¡Ay, penal!
¡Ay, pena, penita, pena!

sábado, 6 de junio de 2015

Instante 68. Dudas

Te sientes atrapado en el personaje, envuelto en una mentira que creada poco a poco no controlas. Percibes que proyectas una imagen falsa que te obliga a actuar. Dudas, dudas de todo, de lo que haces, de los que dices, de lo que representas…, dudas de ti. Despliegas con sigilo y sin darte cuenta una actitud, un gesto prolongado con el que ocultas las dudas... una pose, al fin y al cabo solo una pose, hueca y falsa con la que encubres el vértigo que domina tus pasos.

domingo, 1 de marzo de 2015

Nuevo día. Relato

Cuando abrió los ojos hacia calor. Después de varios días de lluvia, viento y frío relucía un día espléndido. No tenía claro cuantas horas había dormido, se había sentado temprano a cenar ante la tele, no recordaba que programa emitían en aquel momento pues cansado había caído con rapidez en un profundo sueño, y allí había amanecido vestido, despejado por un rayo de sol que, posado sobre sus parpados, lo había despertado. Recorrió la habitación en la que se hallaba con la mirada y mientras la inspeccionaba con detenimiento tomó la decisión de escribir, ha llegado la hora de escribir un relato, se dijo así mismo. Se levantó y se dirigió al ordenador, abrió una página en el procesador de textos y se puso a pensar. La pagina en blanco, limpia e inmaculada, contrastaba con el desorden que reinaba a su alrededor. Mientras miraba fijamente la página intentando concentrarse, una idea se apoderó de su voluntad, una idea que le podría permitir recuperar el equilibrio perdido. Se levantó de la silla y fue al armario situado a su derecha, sacó la aspiradora y la puso en marcha, primero aspiró la sala en la que se encontraba, cada milímetro que limpiaba descubría la amplitud del desorden al que había llegado en los últimos meses y la capacidad para aceptarlo como algo normal. Cuando terminó con la aspiradora, cogió un trapo húmedo y se dedicó a limpiar el polvo acumulado en los muebles, en el proceso, sacó los libros de las estanterías y uno a uno fue limpiándolos y colocandolos por orden, un orden que hacía tiempo habían perdido, un orden que le reconciliaba lentamente con el espacio que habitaba. Al acabar con los libros, continuó con la ropa, los cuadros colgados en la pared, el cuarto de baño, la cocina, los cristales de las ventanas y terminó con el suelo, si el suelo. Lo fregó a conciencia, como solía hacerlo tiempo atrás ¿cuando había sido la última vez? no lo recordaba. Al terminar la limpieza, abrió las ventanas para que entrara el aire, el sol se había ocultado y la noche era tranquila, las estrellas dibujaban gotas de luz y no se apreciaban restos de nubes. Encendió todas las luces de la casa y repasó cada rincón, cada recoveco, cada recodo, la casa estaba limpia, impoluta. Se felicito a si mismo, se sentía algo cansado pero satisfecho por el resultado, había hecho un buen trabajo. Fue entonces cuando se acordó del relato, se acercó al ordenador, la página seguía en blanco, limpia y nítida como la casa ahora y esperaba paciente las letras que la definieran. Se sentó ante el teclado y tras unos minutos con la mirada fija en la pantalla escribió una palabra, tan solo una palabra: FIN. Guardó el archivo y se fue a la cama, era tarde y al día siguiente tenía que levantarse temprano.  

jueves, 15 de enero de 2015

Instante 67. Palabras

Escribes palabras y buscas respuestas,
no encuentras la clave a tantas incógnitas,
no hayas descanso, te sientes perdido...
Tan solo son frases que manchan las hojas,
tan solo imágenes que habitan las noches,
que vagan perdidas, que invaden las horas.

Escribes palabras y no hayas respuestas,
esperas callado a que hablen las bocas,
que chillen, que griten, que canten, que rían...
Que expresen aquello que rompa la soga
que ata los brazos, que traba las piernas
e impide a los cuerpos llegar a las olas.

Escribes y esperas verbos que fluyan,
vocablos sencillos, palabras recónditas...
Solo voces que, al abrigo del viento,
tracen espacios libres, zonas sin sombra.