“Muerto pero mio, más muerto que mio, mas al final mio”, pensó cuando vio como el enterrador terminaba de cerrar el nicho, ese nicho que habían comprado juntos en los tiempos felices. Atrás, difuminados quedaban, su intento de abandono, la desolación, la perplejidad, la racha de aire que atravesó la casa, la caída fortuita de aquella maceta, las manchas de sangre sobre la acera...“muerto pero mío, más muerto que mio, mas al final me esperas”.
domingo, 4 de diciembre de 2011
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