Cuando llegué a la rosaleda eran las doce horas, un minuto y quince segundos de un día nublado y extraño. Captó mi atención al instante, parecía atrapado. Circulaba a la deriva entre las flores, rodeado de gente pero ausente, apartado, perdido... sin rumbo. Después de algo más de una hora observandolo, y antes de volver al trabajo, decidí repetir a diario aquella operación buscando una respuesta. Ahora ya no busco nada, tan solo vuelvo todos los días al parque y dejo pasar el tiempo mientras analizo su paseo. En los últimos días tengo una sensación rara, cuando deambulo entre los árboles, aunque no puedo asegurarlo, diría que alguien me está espiando.
lunes, 2 de enero de 2012
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El observador, observado. Las vueltas de tuerca temporales que no podemos controlar.
ResponderEliminarsalud
¿espiado o expiado?. me gustó el relato.
ResponderEliminarAntonio, era espiando, ya está corregido. Tantos años expiando culpas dejan huella.
ResponderEliminarUn saludo