"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

domingo, 18 de agosto de 2013

Instante 42. Verano, calor y grillos

Hace bochorno y oyes como el canto de los grillos, “cri, cri” , inunda la noche. Intentas averiguar de donde viene, no lo logras, pues según parece lo emiten en una longitud de onda similar a la distancia que separa, entre si, a nuestros oídos, algo que dificulta su localización. Cierras los ojos e imaginas a los grillos frotando sus alas para atraer a las grillas, “cri, cri”, “estoy aquí y soy grande”. Siempre la misma historia, la eterna danza del amor y del deseo.
Abres los ojos y piensas, quizás alguno de esos grillos sea Titono, hijo del rey de Troya, convertido en inmortal por Zeus a petición de Eos, diosa de la Aurora, perdidamente enamorada del muchacho. Mas se olvidó pedirle también la juventud eterna, por lo que Titono, con el paso del tiempo, envejeció y se arrugó hasta convertirse en un grillo, un grillo que ya no canta “cri, cri” sino “Mori, mori”. Desde entonces, al amanecer, Eos, cuando lo escucha, llora en silencio y sus lágrimas mojan la hierba.

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