Hoy, como tantas otras noches a lo largo de tu vida,
te alejas de la ciudad, te sientas en la tierra
y miras el cielo.
Aspiras despacio el humo,
esperas a que la bruma se aleje de tu
mente,
a que la sangre fluya despacio,
a que el tiempo se detenga
y la luna, esa luna en cuarto menguante,
aparezca entre las ramas de
los árboles
y te acune en su regazo.
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