Cuando
fui detenido no opuse resistencia, no negué los cargos, para que negarlos. Me limité a
estar callado y aunque nunca me he arrepentido de nada, renuncié a un
abogado y esperé con calma la sentencia. Me encontraba roto,
cansado. Solo deseaba dormir, dormir largos días, no pensar en nada.
No concedí entrevistas y eso que tuve ofertas generosas, durante semanas fui noticia relevante. No me
relacioné con otros presos, no me fiaba de nadie, sabía que tarde o
temprano moriría en la ducha o mientras dormía, mis días estaban
contados, era inútil resistirse. Logré así sobrevivir, adaptarme a
mi nueva vida. Ahora, los funcionarios me respetan, pero se que eso
no cambiará el final. Cualquier día, cuando menos lo espere,
aparecerá un objeto cortante clavado en mi costado, será un acto
silencioso, anónimo... una ejecución pagada.
domingo, 22 de junio de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario