Sus
palabras en el Bubdestag
en noviembre
de 1983 se
vuelven hoy imprescindibles:
“Todo
poder estatal es relativo. Si se entiende la obediencia como elemento
de convivencia, la lealtad tiene sus límites allí donde se pone en
juego el bien de la comunidad. El sí al Estado es siempre un sí
condicionado. La constatación innegable de la injusticia de un
mandato es criterio decisivo para la oposición a determinadas
prescripciones de la autoridad estatal. [...] La cuestión decisiva
es que las leyes del Estado no son leyes absolutas... En determinados
casos, en los que están en juego cuestiones de gran relevancia
moral, la desobediencia pacífica a la ley, acompañada de
determinadas medidas de precaución que ayudan a mantener el respeto
a la institución del derecho, no sólo es legítima, sino que se
convierte en una obligación de conciencia.”
Primero,
dicen que fue primero, un
disparo seco, a bocajarro, en tu cabeza.
Luego,
dicen que fue luego, un
disparo frio, firme, en la suya.
Silencio,
después el silencio y el
lento brotar de la sangre..., la vida escapada.
Miedo,
si mucho miedo, angustia
y desazón cuando las cucarachas gamadas invaden la hierba.
Fuego.
Te fuiste gritando ¡no
hay salida! No hay salida escribieron las balas tras el fuego.
No hay salida,
Petra, no hay salida, no
hay aliento, solo un recuerdo dormido.
Excelente recuerdo y buena forma de expresar una idea: el miedo.
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