Ordenaron colocarle una
venda en los ojos. Miró, por última vez, la flor que crecía entre
las grietas. Unos soldados ejecutaron la orden con rapidez. Sintió
como la oscuridad lo abrazó en un instante y esperó en silencio.
Tardaron unos segundos. Percibió, entre tanto, cada movimiento... y
escuchó, mientras un leve frío recorría su cuerpo, como el sable
cortaba el aire antes de atravesar su afeitado cuello.
sábado, 25 de mayo de 2013
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