Miras al Este, la luna, inmensa, redonda, emerge tras
la negra silueta de la Sierra de Gata.
A la derecha, al Sur, la mar se acerca a la orilla, la lame, la riega. A la izquierda, al Norte, las salinas y sus
flamencos, tras ellos el desierto cubierto de plástico “productivo”. Al Oeste, las luces lejanas de Almeria y la sombra espectral de la Sierra de Gador.
Te tumbas y contemplas como la luna despierta e ilumina el agua. Como viaja sobre las olas que golpean la playa y contempla las caricias de unos pies que se buscan. Como irradia la arena, esos granos blancos y grises, esas conchas y cristales pulidos por la fuerza del agua y del viento.
Te tumbas y contemplas como la luna despierta e ilumina el agua. Como viaja sobre las olas que golpean la playa y contempla las caricias de unos pies que se buscan. Como irradia la arena, esos granos blancos y grises, esas conchas y cristales pulidos por la fuerza del agua y del viento.
La luna, el silencio, la noche, la
brisa, la sierra... El tiempo paralizado bajo un manto de estrellas
ilimitado, profundo, inabarcable.
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