"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

jueves, 8 de abril de 2010

La Imputación (Relato)

(Relato surgido en una mañana calenturienta y aburrida, cualquier parecido con un hecho real es fruto de la casualidad o de la sobre-información. No pensar en nadie, tan solo es un relato, un simple y torpe relato.)

“Me han destrozado el futuro”, “Me he quedado sin trabajo”... con estas frases se había lamentado, había emitido una educada queja para quien quisiera escucharle.
Él que tanto esfuerzo había dedicado al bien publico era ahora acusado,derribado, ultrajado y vilipendiado por vagos, chorizos sin criterio y otra gente de similar calaña. Él que había salvado un palacete de la ruina, de la piqueta de la especulación. Él que había llevado riqueza, alegría y buen gobierno a su país. Él que había sido ejemplo, para otros gobiernos, de buen hacer y saber estar. Él que era buen padre y mejor esposo. Él que no se había aferrado al poder como tantos otros. Él, que definitivamente era un hombre bueno, era acusado injustamente, agredido en su honor, abandonado a su suerte.
Tenía cinco días para abonar una millonada o acabaría durmiendo entre rejas. Cinco días duro,eternos. No podía acceder a sus cuentas en paraísos fiscales, pues la policía podría detectarlo. Había perdido su empleo, escrúpulos de empresa anodina, poco audaz. Tan sólo le quedaba una posibilidad, llamar a esos viejos amigos de juergas y recalificaciones. Algunos dirigían bancos o grandes empresas, tenían acceso a esa cantidad de dinero y podrían prestárselo. No podían negarse, era tan solo por unos meses hasta que pudiera conseguir la nulidad del caso, para ellos era un buen negocio, ganarían unos intereses y él mantendría la boca callada. Era lo justo, los amigos estaban para eso.
Aparcó el coche, subió las escaleras despacio, varios periodistas lo fotografiaron y quisieron sacarle alguna frase más. No dijo nada. Serio, impecablemente vestido, entro en el juzgado y deposito el talón conformado. Había pagado la fianza, ahora podía descansar unos días. Pasado ese tiempo, empezaría a mover los hilos necesarios para lograr el archivo o la declaración de inocencia. Estaba seguro de conseguirlo, solo era cuestión de presionar el botón adecuado.

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