"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

martes, 6 de abril de 2010

La noche fría (Relato)

Era una noche fría, la avenida se encontraba desierta, tan solo él y el hombre al que seguía. Apretó el paso para no perderle de vista. Una luz tenue, casi ausente, permitía su trabajo. Con disimulo se ocultó tras un árbol cuando su objetivo se paró ante un escaparate. Un coche demasiado lento invadió la calzada de forma inoportuna, gente sin prisa, pensó. Cuando pudo, abandonó su escondite y en la primera bocacalle torció a la derecha. Una ráfaga de aire movió las ramas de los arboles y arrastró papeles y hojas secas. El termómetro de la farmacia marcaba -2 grados.
Echó a correr decidido a adelantarle por una calle paralela. Unos metros mas adelante, 300, 400..., se paró exhausto, falto de aire, ya debía de haberle pasado, por lo que decidió regresar a la avenida, no sin antes respirar profundamente durante unos segundos. Debía de recuperar el tono, el ritmo adecuado. Su cuerpo no estaba ya para estos trotes. Cuando acabara pediría un traslado a un servicio más tranquilo.
Al llegar a la avenida el viento había arreciado, al asomarse una racha le golpeó en la cara, se tambaleo, sintió un pinchazo a la altura del hígado. Cuando hubo recobrado el equilibrio, miro atentamente, no había nadie,el otro, su presa, se había esfumado. Un ligero mareo se apoderó de él, todo se volvió irreal, las piernas le pesaban y no respondían, tenía sangre en el pómulo, le habrían golpeado con algo contundente, cortante, un trozo de madera quizás.
Todo era confuso, inconexo. Había fallado y se encontraba herido, desorientado. No se explicaba lo ocurrido, notaba que las fuerzas se le iban, las perdía a borbotones de sangre que descendían por la pierna y manchaban la acera. No entendía porqué se desangraba, porqué en su costado derecho se dibujaba la muerte. No dolía, era como apagarse poco a poco, despacio. Un frío intenso le envolvía, le atrapaba.
Miró en torno suyo, papeles, hojas secas, colillas... a su derecha, a unos metros algo llamó su atención, se acercó lentamente, renqueante. Entre las hojas, encontró un cuchillo con restos de sangre.
Debía de haber dejado el cuerpo hace tiempo, había perdido facultades. Tendría que haberse retirado, esperar unos años más había sido un error, una insensatez, ¿Qué pintaba él por estas calles? ¿a estas horas?. Se sentó en el suelo, necesitaba descansar, dormir... ya era demasiado tarde para lamentarse.

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