"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

jueves, 30 de septiembre de 2010

Entre pecados y coacciones

Tengo que confesarlo, no puedo callarlo por más tiempo, el remordimiento de conciencia no me deja dormir. Yo hice huelga y nadie me obligó a ello y por ello asumo las consecuencias de mi acto. 

Se que algunos compañeros de la empresa en que trabajo, mas bien pocos, se encuentran en la misma situación. No puedo decir lo mismo de aquellos que no secundaron el paro, entre las razones que esgrimieron para no parar, todas muy legitimas excepto una, el miedo al despido. ¿Y por qué no es legitimo?, porque esa gente no ha podido ejercer un derecho, se ha sentido coaccionada, obligada, tenían miedo a las represalias. Contratos temporales, trabajadores obligados por la empresa a hacerse autónomos, indemnizaciones por despido bajas, algunas muy bajas, dan como resultado una mano de obra miedosa. Son los piquetes fantasma, invisibles, los piquetes sutiles que el capitalismo utiliza para doblegar voluntades.
Tengo que confesarlo, no contento con pecar una vez, por la tarde fui a la manifestación, y me alegré de ver a compañeros que habían trabajado por miedo, pero a los que les quedaba el suficiente valor como para manifestarse.
No se si la huelga habrá sido un existo o un fracaso, pero al menos ha sido un grito que nos permite comprobar que aún estamos vivos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario