Hace ya más de cuatro
años que escribo en este blog, aunque, todo hay que decirlo, este
último no ha sido muy prolijo. Desde hace unos días repaso algunos
escritos y recupero textos, en el fondo todos los suscribo, aunque
muchos los modificaría...
Mientras escribo estas
notas, afuera hace frio, el viento agita las ramas y dibuja figuras
siniestras en las paredes. La gente abandona la calle, se dispersa,
regresa a su rincón y espera ¿qué espera?... “La Voz” bate
récords de audiencia, la tele da calor, un calor ficticio que
funciona. La nueva ley de seguridad ciudadana rematará la faena, el
señor ministro y el tiempo se alían para vaciar las calles. Hay que
legislar el derecho a la huelga y crear una ley de servicios mínimos,
ya está bien que los trabajadores secuestren a los ciudadanos, qué
protesten de otra manera, por facebook por ejemplo. Así, todos
perdidos, dispersos, alejados, conectados por la red, espiados por la
NSA y solos, solos ante la bestia que nos devora uno a uno, en la
privacidad de un mensaje de texto.
El nuevo sistema represor
no es violento, no mancha de sangre el asfalto, llega por correo
certificado en forma de sanción administrativa, la puedes recurrir,
pero a veces es más caro el recurso que la propia multa, la sanción
desconcierta, genera conflicto, distrae, retrae y paraliza. No es
represión, dicen, es la aplicación estricta de la ley ¿que ley? la
de ellos, la que dice no protestes, tan solo vota cuando sea el
momento, conviértete en mayoría silenciosa y laboriosa.
El frio aumenta y viento
arrecia, la calle habitada por sombras, tan solo un ser vivo se mueve
en el paisaje, en el contenedor de papel un joven traspasa el
contenido a un carrito del mercadona, si le pillan le puede caer una
multa ¿otra multa? pero qué más multa que la de recorrer las
calles en una noche fría y ventosa. Lo he visto otras veces ¿pensará
en la posibilidad de que le multen por atracar un contenedor?? Creo
que no, no tiene nada que perder y sí algo que ganar, 10 o 12 euros
con el papel sustraído, 10 o 12 euros para gastarse en comida.
Hace frio, son momentos
gélidos y desangelados. Sigo repasando escritos colgados hace
tiempo, mientras, en la calle, la vida continua bajo la luz de la
luna, luz que no evita que la helor penetre en los huesos y paralice
el alma.
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