"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

viernes, 9 de julio de 2010

Tarde de playa


Esta tarde no trabajas y tras recorrer 10 kilómetros, quizás menos, encuentras un pequeño rincón de arena, que gracias al aeropuerto, (¿quién lo iba a decir?), permite que te aísles una pizca, que ya es algo, de las urbanizaciones y el bullicio. El mar a levante, tal vez algo escorado hacia el norte, azul, inmenso, profundo. De vez en cuando algún barco invade el horizonte. Tabarca a la derecha, como un submarino emergido al pie del cabo. Y Alacant a la izquierda, el Castillo, la Serra Grossa y detras, inmensa, la Aitana, custodiada por el Cabeço y el Puig Campana.
Las siete de la tarde, la gente poco a poco se va, desaparece del paisaje. Los colores, se vuelven más intensos al recibir una luz casi horizontal, para ir atenuándose, perdiendo los matices anteriormente alcanzados, según desaparece el sol tras las dunas.
Las nueve y media, anochece, la hora del último baño, la hora de recoger y recorrer esos trescientos metros que te separan del coche, ese espacio pequeño, inapreciable, pero que durante unos segundos te trasladará lejos, muy lejos, a un paisaje imaginado, acaso exótico, entre la arena y las dunas fósiles, entre el cielo frente a tus ojos y las olas a tu espalda.
Es tan solo una tarde de playa, el placer de un urbanita.

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