"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

sábado, 31 de julio de 2010

fin de las vacaciones

Treinta y uno de julio, corazón del verano, del bochorno y el sudor continuo. Terminan mis vacaciones, ese oasis alejado de la noticia. Ese tiempo sumergido en la lectura, la playa y los vinos nocturnos. Ese espacio rebozado de siestas, duchas y paseos a la fresquita. Ese vuelo sin alas, mecido por la brisa, bañado por esa gota de sudor furtiva, salina. 

No he aterrizado aún y me topo con la, por esperada, no menos temida reforma laboral. Aprobada entre daiquiris, cañas y mojitos para que nos la traguemos sin darnos cuenta, en un suspiro, como una tapa de pescado frito a la orilla de la playa. 
Una reforma que por desconocimiento no puedo criticar abiertamente, pero que mi intuición me dice... ¿Qué me dice?, mejor me lo callo y punto y aparte.
Una reforma que no contenta ni a unos ni a otros, (en privado contenta más a unos que a otros), mas no por ello es aceptable. Pretendidamente salomónica que, a modo de banderillas, prepara al toro para la estocada final. 
Una reforma que huyendo de la desregulación, dicen, nos regula, a los otros, a la baja... Quizás como primer paso.

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