Llama la atención, impresiona, cuando la ves desde el tren, al atardecer, camino de Almería. Así descubrí esta aldea hace años. Hoy la contemplo desde el camino, al otro lado de la rambla, camuflada, hay que acercarse para descubrirla. Encaramada en un borde, poco a poco se va mimetizando con el paisaje. Los contornos se difuminan, la vegetación ocupa el espacio dejado por el hombre. Abandonada en los años 60, cuando la emigración, cuando la gente cansada de pelear con las piedras huía a las grandes ciudades, a Cataluña o a Francia, a trabajar en la industria o la construcción. Dormida, recuerda años duros, años de esparto y de lagartos, de silencio y vino agrio, años de sequía.
jueves, 5 de agosto de 2010
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