"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

sábado, 28 de agosto de 2010

Bienvenidos a la modernidad

En la imagen del atasco de Pekín, veo el rostro de un mundo en plena huida hacia el caos, hacia el colapso. China hasta no hace mucho era un país sin coches, el reino de la bicicleta. Cierto que el régimen maoísta no era una bicoca, un sistema excesivamente rígido y dogmático con un nivel de vida pobre y escaso, mas había logrado sacar a esa enorme nación de las hambrunas cíclicas que la azotaban. 
Pero primero murió Mao, luego calló el muro de Berlín y el mundo cambió, era el fin de la historia, decía Fukuyama, la lucha de las ideologías había concluido y el triunfo neoliberal daba paso a la era gloriosa del liberalismo democrático... Muchos países necesitaban profundas reformas para incorporarse al pensamiento único, verdadero garante de la libertad y el bienestar.
Con una prudencia oriental, los dirigentes chinos decidieron liberalizar la economía, pero mantener el control político. Pretendían evitar el desmadre ocurrido en Rusia y sus satélites en donde la descomposición del estado soviético trajo consigo un dominio por parte de las mafias neoliberales. Para lograr ese proyecto era necesario crear grandes infraestructuras que articulasen el país y permitiesen el desarrollo que trajera consigo la riqueza buscada. Algo de eso han conseguido, pero en una versión terrorífica.
China se ha convertido en un país rico, enormemente rico, en donde algunos de sus ciudadanos acumulan ingentes riquezas a costa de otros que han vuelto a conocer el hambre. En ese proceso la ciudadanía ha aparcado la bicicleta y ha adquirido un flamante automóvil, símbolo del progreso. 
La imagen del atasco, de más de cien kilómetros y de once días de duración, es la prueba de que por fin China, segunda economía del mundo, se ha incorporado al tren de la opulencia y el despilfarro. Bienvenidos a la modernidad

jueves, 26 de agosto de 2010

Aunque no lo parezca, la crisis continua

Hay artículos o entrevistas que cuando los lees no te llaman la atención, los olvidas fácilmente. A veces ocurre que al cabo de un tiempo la memoria los recupera y los buscas, pero como no llevas un archivo no los encuentras, menos mal que está Internet y consigues, después de un tiempo de búsqueda, leerlos de nuevo. 
Algo de eso me ha ocurrido con la entrevista a Jaquelin Lugo, cubana de 31 años, publicada en la contraportada de El País el 16 de agosto de este año. Emigrante económica, casada con un español, que se plantea volver a su país, "Carencias tiene Cuba. Pero es mejor eso que la tortura de vivir en la abundancia de aquí sin acceso a ella". 
Su marido lleva dos años en el paro y cobra la ayuda de 412 euros para mayores de 52 años. Ella trabaja en un supermercado a tiempo variable cobrando entre 300 y 900 euros al mes, según el horario que trabaje. Son cosas de la crisis, que no golpea a todos igual y que agudiza las diferencias sociales,  "Solo hay crisis para los parados y para las pequeñas y medianas empresas. A las grandes les va mejor que nunca". Jaquelin resume en esta frase lo que las élites gobernantes se niegan a admitir: el expolio que unos pocos llevan a cabo a costa de la dignidad de una mayoría aturdida y atrapada por la maquinaria de un sistema injusto, mentiroso y porque no decirlo, criminal.

martes, 17 de agosto de 2010

Una tarde de agosto

Tarde de agosto, tumbado leo una antología de Pessoa. Preso de una indolencia veraniega, refugiado junto al ventilador, espero que caiga la tarde. Un gato aburrido se lame las patas, se levanta, me solicita caricias y, tras dar una vuelta a mi alrededor, lamerse de nuevo las patas y lavarse la cara, vuelve a echarse.
A veces, y el sueño es triste, en mis deseos existe lejanamente un país donde ser feliz consiste solamente en ser feliz.”
Vuelvo a Pessoa, a veces me refugio en sus versos, a veces divago, a veces descanso y a veces...
Y tras la noche y dormir renace el día. Nada haré sino sentir. Pero, ¿que otra cosa haría?”
Tras años de trabajo, tras el cansancio muscular y nervioso, soñar con la pereza, con la importancia de lo inútil, de lo improductivo, me reconforta, me da aire...
Tenemos, quienes vivimos una vida que es vivida y otra vida que es pensada, y la única en que existimos es la que está dividida entre la cierta y la errada.”
...Y respiro, y me pierdo y deambulo tan solo unos minutos, a veces, cuando puedo, unas horas. El trabajo, ya sabes el trabajo, no permite relajarse, abandonarse a las cosas y mirar, solamente mirar y...
¿Una flor tiene acaso belleza?, ¿Tiene acaso belleza una fruta?. No, tiene color y forma y tan solo existencia. La belleza es el nombre de algo que no existe. Que yo le doy a las cosas a cambio del placer que me producen. No significa nada. Entonces, ¿Porqué digo de las cosas: Son bellas?”.
Ya ves, a veces ojear un libro sirve para estar quieto y no hacer nada... para viajar y soñar... para tomar aire.
No soy nada, nunca seré nada. No puedo querer ser nada, aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.”

sábado, 7 de agosto de 2010

Una noche en el desierto

Desierto de Tabernas y Gergal. Paraje formado por suelos diversos, desde los micaesquistos del precámbrico a los conglomerados del cuaternario, pasando por las arenas del plioceno o los yesos, areniscas y margas del mioceno. Terreno duro, erosionado y habitado por conejos, liebres, perdices, alacranes y hormigas. Intrincada red de ramblas, pobladas de adelfas, tarays, azufaifas y retamas. Territorio de cortijos abandonados, restos de un pasado duro, de hambre y vida al limite, de emigración.
Su belleza, para nosotros, radica en ello, en ser un espacio que ha llegado al limite. Un lugar que no engaña, que exige y recompensa con un rico y complejo mundo en sus barrancos, entre sus rocas.
La luna ilumina el paisaje. Oscuras, pausadas, las siluetas de los cerros imponen. Debajo, a nuestros pies, como heridas profundas hechas por el agua, las ramblas, donde se oye croar alguna rana, donde al amanecer fluye la vida esquivando al sol. Por ellas, como autenticas autopistas del desierto, circulan los vehículos, los hombres, los animales y a veces de forma abrupta el agua. Fuera de ellas el sol lo domina todo y tan solo el esparto, el tomillo y algún que otro conejo osan disputarle la hegemonía.

jueves, 5 de agosto de 2010

Las alcubillas bajas



Llama la atención, impresiona, cuando la ves desde el tren, al atardecer, camino de Almería. Así descubrí esta aldea hace años. Hoy la contemplo desde el camino, al otro lado de la rambla, camuflada, hay que acercarse para descubrirla. Encaramada en un borde, poco a poco se va mimetizando con el paisaje. Los contornos se difuminan, la vegetación ocupa el espacio dejado por el hombre. Abandonada en los años 60, cuando la emigración, cuando la gente cansada de pelear con las piedras huía a las grandes ciudades, a Cataluña o a Francia, a trabajar en la industria o la construcción. Dormida, recuerda años duros, años de esparto y de lagartos, de silencio y vino agrio, años de sequía.  

miércoles, 4 de agosto de 2010

Cosas del verano

Es verano y sales de tu ciudad por unos días. Desconectas la radio, el ordenador. No lees el periódico y en 48 horas, tan solo en 48 horas, desconoces en que día te encuentras, si es lunes o jueves, domingo o miércoles, que más da, estas de vacaciones. 
Pasan los días, tu piel se broncea. Tu hemisferio izquierdo se relaja. Te pierdes entre lecturas. Te asombras con las puestas de sol, los amaneceres te pillan durmiendo. Te vuelves ocioso, dormilón y viajas de la cama al sofá y del sofá a la arena. Te zambulles en las olas y descansas en las terrazas entre vinos y tapas de chopitos, cazón, boquerones, arroz, huevas de merluza y migas con sardina. Y vuelves a la cama a iniciar la rueda.
Regresas a la ciudad con tres kilos de más, conectas la radio, el ordenador y te pones al día, te empapas de realidad impresa, televisada: La selección de fútbol campeona del mundo. Pedrosa gana de nuevo. Contador triunfa por tercera vez en el Tour. Los controladores aéreos se sienten maltratados. La crisis sigue de vacaciones, algunos dicen que volverá con mejor cara, ya veremos en setiembre. 
Mientras tanto nos queda agosto para dormitar entre sudores y siestas. Es verano, los neoliberales en las Bahamas, los políticos en bermudas, los capitalistas en alta mar y tu de vuelta al trabajo en un mes que lleva el rotulo de cerrado por vacaciones, pero que por debajo de la persiana nos han colado la reforma laboral. Cosas del verano

El vicio de escribir

Dicen que el cerebro, que rige nuestros destinos, no busca la verdad, solo busca la coherencia y para ello falsifica, inventa y si es necesario borra aquello que molesta, con el único fin de recrear nuestra biografía de una manera compacta, con sentido. Para este proyecto se vale de la memoria, una memoria selectiva que utiliza solo el material apropiado. 
Algunas veces se cuelan recuerdos que no encajan, que distorsionan el discurso y es necesario lijarlos, moldearlos, tallarlos,  y la escritura es una herramienta, una gubia, un formón, una lima, útil para tal cometido. 
Escribir suele ser un vicio que puede volverse oficio. Una necesidad fisiológica de juntar palabras, que encajen entre ellas e impregnen al texto de un sentido, de un ritmo y si es posible de una belleza capaz de limar las aristas provocadas por la vida. 
Llevo unos treinta y cinco años escribiendo, garabateando en el papel o tecleando en el ordenador. Treinta y cinco años recurriendo a esta pomada, a este analgesico, soñando con escribir algo grande, algo hermoso. 
Comencé con versos, poemas de adolescencia, impetuosos, grandilocuentes, que acabaron diluyéndose con el paso de los días. Acabé en unos cuadernos, a modo de diario, repetitivos y torpes, en los que alguna que otra página merece una segunda lectura. Ahora deambulo por este blog, diario público que no lee casi nadie. 
Ha cambiado, a lo largo del tiempo, el medio, la forma y si me apuras el estilo, pero el poso es el mismo, la repetición es constante y las obsesiones están ahí esperando cualquier escusa para plasmarse.