Cae
la noche, “Una
cucaracha recorre el jardín
húmedo”,
el
jardín en el que brotan las pesadillas y las flores se marchitan por
el viento. Un
jardín regado por los orines y los vómitos de unos versos escritos
bajo la luz intensa de un cigarro, de
miles de cigarros encendidos uno tras otro en una sucesión
interminable. Un
jardín de versos
escritos
bajo
la luz que
huye de los
focos de una
habitación
cerrada y
muere en la pared sin percibir la brisa,
de esa
habitación
que esconde tu mente lúcida, donde
tu
mirada
escruta a
través del humo que emana entre tus dedos
(“fumo
mucho, demasiado”,
decías)
el cuento terrorífico
de la vida. Sueñas
que has vivido, que te llamas de algún
modo y que ese cuento es cierto, tan
cierto como el electroshock o esa copa de vino que humedece tus
labios,
lo
delatan
tus ojos cuando
afirman
que es
bella la ruina, cuando
hablas para poder existir, para afirmar que escribir
es beber la rabia del que no se resigna a morir en las esquinas.
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La
Canción de croupier del Mississippi (fragmentos) Leopoldo Maria
Panero
Fumo
mucho. Demasiado.
Fumo
para frotar el tiempo y a veces oigo la radio,
y
oigo pasar la vida como quien pone la radio.
Fumo
mucho. En el cenicero hay
ideas
y poemas y voces
de
amigos que no tengo. Y tengo
la
boca llena de sangre,
y
sangre que sale de las grietas de mi cráneo
y
toda mi alma sabe a sangre,
sangre
fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
en
toda mi alma acuchillada por mujeres y niños
que
se mueven ingenuos, torpes, en
esta
vida que ya sé.
Me
palpo el pecho de pronto, nervioso,
y no siento un corazón. No
hay,
no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
sino quizá
en el alcohol, en esa
sangre que yo bebo y que es la sangre de
Cristo,
la única sangre en este mundo que no existe
que es
como el mal programado, o
como fábrica de vida o un sastre
que
ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
quizá el reloj y las
horas pasan.
...................
Me
digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
me digo
que estar borracho es no estarlo
toda la vida, es
estar
borracho de vida y no de muerte,
es
una sangre distinta de esa otra
espesa que se cuela por los
tejados y por las paredes
y los agujeros de la vida.
...................
Algunos
me
recuerdan, dicen
con la copa en la mano, hablando
mucho,
hablando para poder existir de que
no hay nada mejor que
decirse
a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras
sube
la marea del vino en la sangre y el alma.
...................
Es
tan bella la ruina, tan profunda
sé
todos sus colores y es
como una sinfonía la música del
acabamiento,
como música que tocan en el más allá,
y ya no
tengo sangre en las venas, sino alcohol,
tengo sangre en los ojos
de borracho
y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y
vomito el alma por las mañanas,
después de pasar toda la noche
jurando
frente a una muñeca de goma que existe Dios.
Escribir
en España no es llorar, es beber,
es beber la rabia del que no se
resigna
a morir en las esquinas, es beber y mal
decir,
blasfemar contra España
contra este país sin dioses pero
con
estatuas de dioses, es
beber en la iglesia con música de
órgano
es caerse borracho en los recitales y manchas de
vino
tinto y sangre «Le livre des masques» de Rémy de
Gourmont
caerse húmedo babeante y tonto y
derrumbarse como un
árbol ante los farolillos
de esta verbena cultural. Escribir en
España es tener
hasta el borde en la sangre este alcohol de
locura que ya
no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
de las
que allí había al principio.