"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

domingo, 9 de mayo de 2010

Dias de lluvia

La de los días de lluvia es una luz especial, tenue, grisácea, melancólica. Capaz de trasladarte a ese lugar ingrávido del que nos echaron el día que figura en el carnet de identidad.
Me gusta cuando llueve con ganas, cuando se paraliza el ritmo de la ciudad, cuando se detiene la burocracia, cuando surge de repente una pausa. La abuela saca las velas del armario. La televisión se apaga, se extingue. Tu padre saca la baraja de cartas olvidada en un cajón. Recuperamos las partidas de parchís casi olvidadas en el tiempo. Tu madre reinicia la lectura de aquel libro aparcado por culpa de las polémicas de “Salvame”.
Tendría que llover así durante 300 días seguidos. Tendría que llover en cada rincón del planeta, con ritmo y sin pausa, sin contemplaciones, que la humedad bloqueara las cajas de seguridad de los bancos, esas donde la gente vip esconde sus ganancias fraudulentas. Que la bolsa cerrara y los brokers se fueran al paro.
Surgiría así la insurrección de las plantas, la revolución de los caracoles, la república sin luz electrica, sin Internet, sin transacciones millonarias fuera de control. Sería el caos, si, pero quizás sería algo más coherente, algo más justo que esta oligarquía del FMI, del Banco Mundial y demás piratas con corbata y traje de marca..

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