Es la hora.
A veces corro sin sentido, sin rumbo, sin trayecto.
Es la hora.
A veces me paro sin saberlo, sin quererlo, sin buscarlo.
Es la hora.
Suena el despertador, son las 4,50 de la mañana, todo oscuro, todo callado.
Las 4,55 horas, frente al espejo mi cara, legañas, sueño
y unas irrefrenables ganas de volver a la cama.
Las 5,20, lavado y desayunado, me dirijo a la calle.
Hace frío y un pájaro inicia su canto.
Es la hora, la fatídica hora en que empieza otro día.
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