“Le cobran en aquella fila de la izquierda, si no le importa”. Con estas palabras te despedía la dependiente, regalándote una artificial sonrisa. Estaban bien organizados, cada cosa por un lado, sin mezclarse, que las mezclas nada bueno reportan.
Recogí la pistola y la munición. Me dirigí a la fila adecuada. Eran 30 o 40 personas, cada una con el arma y la munición correspondiente bien ordenados y dispuestos a pagar. Al llegar al mostrador ya había cargado el arma, salté tras él y agarré a una de las cajeras, exigiéndole a la compañera que metiera todo el dinero en una bolsa.
Lo que ocurrió a continuación es difícil de contar, pero en cuestión de segundos, todos los clientes habían cargado sus armas y un tiroteo indiscriminado reinaba en el local.
Cuando llegó la policía tan solo acordonó la zona, que más podría hacer, y esperó la llegada de las ambulancias, que durante toda la mañana no pararon de recoger cadáveres. Según algunas fuentes llegaron al centenar, aunque otras hablaban de entre cincuenta y sesenta cuerpos. El visionado de las cámaras dejó perplejos a los investigadores, nadie entendía nada.
Fui detenido por atraco a mano armada e inducción al asesinato múltiple, me achacaron poderes para controlar las mentes y relaciones con el maligno para subvertir el orden establecido. Me encerraron en esta celda, donde los días pasan lentos e intento entender como salí vivo de aquella masacre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario