"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

miércoles, 13 de abril de 2011

Relatos de un asesino 2. Primer encargo

Paré el coche donde me indicaron, lo dejé al ralentí por si algo salía mal. Mientras esperaba la señal para actuar subí el volumen de la música, quería aislarme unos minutos, necesitaba calmar la ansiedad que me invadía. Teresa Verganza entonaba el Cum Dederit del salmo 126 de Vivaldi, reconozco que en aquella época, influenciado por películas como "El Padrino" y buscando alguna épica a lo que iba a hacer, solía relacionar la música clásica con el crimen. 4,57 minutos dura la pieza, 297 segundos en los que preparaba mis nervios para el primer encargo, sabía que estaba a punto de cruzar una raya de no retorno. Llegó un coche y aparcó cerca del mio. Bajó un hombre alto, implecablemente vestido, no tardé en reconocerle, era mi presa, pero no debía de hacer nada hasta recibir la señal convenida. Cerró la puerta y dirigió sus pasos hacia mí, estuve a punto de pisar el acelerador y escapar, no lo hice, el miedo o la convicción de que era demasiado tarde me lo impidieron. Era un hombre seguro, de los que pisan con energía y determinación, de los que no dudan. Me sacó del coche con brusquedad y apuntándome a la cabeza exigió una explicación a mi permanencia en aquel lugar. Su forma de actuar era osada, pero imprudente, ¿qué era? ¿matón o chuloputas?, no tuve tiempo para preguntárselo, fue como un acto reflejo, algo se cortocircuitó en mi cerebro, algo que destapó a la fiera fría, había sobrepasado la linea roja y no había marcha atrás, una llave en la yugular fue suficiente para que se desplomara. Recogí la llave y me fui. El maletín con el dinero estaba en el sitio acordado, al abrirlo un fuerte olor al perfume que llevaba el hombre que había asesinado me dejó confundido.

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