El lugar deseado, que poco a poco se teñía de sangre, era como un mal sueño. Como una obsesión que revoloteaba a su alrededor cada noche. Como un zumbido monótono que le ataba a la realidad. Como un espacio sin limites, inabarcable, que le producía vértigo. Como un escozor que solo lograba calmar con alcohol e imágenes a gran velocidad.
Se levantó del sofá, apagó el televisor y se lavó la cara. Llevó el vaso al fregadero, se preparó un café y otra vez se lavó la cara. Volvió al salón, se encendió un cigarrillo, se sentó a esperar los primeros rayos del sol y cerró los ojos hasta que la claridad invadió la habitación. Había pasado la noche en blanco.
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