Le esperaba en la cocina su desayuno preferido. Eran las 8 de la mañana de un día luminoso. Por fin la lluvia y el viento iban a dar un descanso a sus nervios.
Después de desayunar salió a la calle, hacia semanas que no lo hacia. De carácter débil y huidizo, no le gustaba el bullicio de la ciudad, pero hoy era día 2 y tenía que ir a cobrar el cheque que puntualmente recibía, a primeros de mes, desde hacía varios años.
Los mismos que llevaba atrapado en ese barrio residencial aséptico y anodino. Los mismos que habitaba en esa falsa identidad que no le proporcionaba la seguridad anunciada. Los mismos años monótonos y tristes en los que la televisión era su refugio. Los mismos que había dedicado a imaginar como sería el momento en que lo descubrieran. El mismo espacio de tiempo que llevaba deseando que llegara ese instante y poder al fin descansar.
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