“Un ejemplo a seguir son los peces asociados en cardúmenes, un comportamiento de agregación de animales de similar tamaño y de orientación, generalmente cruzándose en la misma dirección. Esta conducta les reporta grandes beneficios, defensa contra los depredadores, pues mejora su detección y diluye la posibilidad de captura; facilidad para la obtención de alimento; mayor sociabilidad y con ello posibilidades de procrearse . Otra medida beneficiosa de la agrupación en cardúmenes es el incremento de la eficiencia hidrodinámica muy útil para los peces migratorios."
Quien había escrito esto se había olvidado del gran depredador, aquél al que ninguna estrategia ha logrado vencer. Dejó los libros sobre la mesa, salió a tomar el aire, la biblioteca olía a humedad y le dolía la cabeza.
Quizás los peces fueran un ejemplo, pero el estaba sólo, no tenía grupo ni dirección. De día, en la biblioteca, escarbando entre viejos volúmenes mundos alternativos con los que soñar. De noche, en un viejo piso, soñaba con esos paraísos perdidos e inalcanzables.
El gran depredador era insaciable, las sardinas se estaban extinguiendo a pesar de su estrategia milenaria, tan eficaz en otra época, y él y otros miles o millones como él, desperdigados y enajenados, acabarían engullidos, abducidos o desintegrados por ese paisaje totalizador, liquido, brillante e idiotizador llamado capitalismo.
Regresó a la mesa, a los libros de botánica y zoología, a sus sueños. Eran las 6 de la tarde, le quedaban tres horas y debía de aprovechar cada minuto.
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