"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

jueves, 25 de febrero de 2010

La fregona

Leo en la Wikipedia: “La fregona es una herramienta para limpiar el suelo. Fue inventada en Estados Unidos y posteriormente perfeccionada por el riojano Manuel Jalón Corominas hasta adquirir el aspecto actual. Consta de un largo mango, y una cabeza hecha de gruesos y suaves hilos de tela absorbente. Suele ir acompañada de un cubo donde se humedece antes de restregarla contra la superficie a limpiar. Algunos cubos incluyen un escurridor, para quitar el exceso de agua y no saturar el suelo.”
Y os preguntareis que por qué escribo sobre tan práctico invento. La respuesta es sencilla, después de dos largos meses, esta semana he logrado utilizarlo de nuevo, mira por donde los asuntos domésticos van midiendo mi recuperación. La primera vez tardé en fregar el suelo de la cocina unos 30 minutos, un récord de velocidad inimaginable. La operación es curiosa, casi estravagante. Como ya logro mantenerme en pie sin ayuda de las muletas, pero sin poder dar un paso aún, la cosa consiste en llevar el cubo con el trapeador y el agua con detergente a empujones, para ello es aconsejable disponer de un cubo con ruedas. Al llegar a la cocina, apalancamos las muletas en un sitio seguro y accesible, cogemos a continuación la mopa por el palo, la mojamos en el liquido limpiador y la escurrimos. A continuación, con la pierna izquierda bien asentada en el suelo y la derecha tan sólo apoyada un 30 por ciento aproximadamente, restregamos el mocho contra el suelo y reculamos poco a poco, mediante movimientos circulares de la pierna buena, a fin de ir abarcando todo el espacio. De vez en cuando hay que parar para escurrir el coleto o a empujones apartar de nuevo el balde, para esto último nos ayudaremos con las muletas y una vez llevado el lampazo a lugar deseado, dejaremos aquellas en un sitio de fácil acceso. Repetiremos estas operaciones las veces necesarias hasta dejar el gres reluciente. Terminada la operación y dado el tiempo transcurrido en el esfuerzo, nos tumbaremos en el sofá con los pies en alto y esperaremos a que seque mirando el techo o leyendo algún libro.
Me despido esperando que la maniobra haya quedado bien aclarada y sea, como el fútbol, de interés general y llegue a aparecer en una futura enciclopedia práctica de situaciones ridículas.
Nota: No está recomendada para impacientes o gente presa de un ataque de nervios. Abstenerse curiosos y amantes de no hacer nada.

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