"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

lunes, 22 de marzo de 2010

Cuentos encadenados 16: La rutina

No podía ir a trabajar, era superior a sus fuerzas. El médico le decía que no tenía nada, que estaba sano como un roble, pero sólo pensar en los expedientes encima de la mesa que no paraban de crecer, en los archivadores renqueantes por los años de uso que amenazaban con caersele encima, en el tipex que cubría de blanco todo su esfuerzo, en los rotuladores fluorescentes que remarcaban sus obligaciones, en los clips y las grapas que lo sujetaban para que no huyera, en la luz pálida que invadía el espacio, en la voz del jefe que ordenaba lo imposible, en el café de maquina que agujereaba el intestino, en el sándwich de media mañana insípido y reseco, le subía la temperatura a más de 38 grados y caía en un hoyo oscuro, profundo, en un pozo del que no podía escapar.
Apagó el despertador. Como todos los lunes, ese ruido repetitivo, monótono y familiar lo había rescatado del sueño periódico, que invariablemente lo atrapaba los domingos por la noche, para arrojarlo a la realidad perenne y tediosa que lo reclamaba. Se levantó y fue al cuarto de baño. Se duchó, se afeitó, planchó la ropa y, ya vestido, desayunó. A las ocho menos cuarto, puntual, como todos los lunes, martes, miercoles, jueves y viernes abandonó la casa.
Le esperaban cinco días programados, metódicos, cinco días que desembocarían en cuarenta y ocho horas breves, ligeras, incapaces del salvarlo de la rutina.

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