"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

martes, 23 de marzo de 2010

Cuentos encadenados 17: El regreso

Incapaces de salvarlo de la rutina, de los tics, de los actos repetitivos. Así consideraba a los ritos aprendidos, a las enseñanzas heredadas.
Fue despojándose, al principio con cautela, más tarde con fruición, de costumbres, hábitos y recuerdos hasta que se sintió libre, limpio, leve como una nube. Dedicó todo su esfuerzo a la pureza, a un renacer simbólico en la claridad, en la limpieza, en la verdad. Comenzó de nuevo desde cero, desde el inicio etéreo. Recreó su vida paso a paso. Inventó códigos nuevos. Recorrió caminos desconocidos, espacios novedosos. Pero, como atrapado en un circulo implacable, retornó a la misma rutina, reprodujo los mismos o parecidos tics, realizó los mismo actos, celebró los mismos ritos aunque con diferente traje, repitió las mismas enseñanzas. Viajó huyendo, buscando un sueño y volvió sin darse cuenta, sin percibirlo...
Los mismo pasos, la misma calle, el mismo perro, el mismo árbol, el mismo cielo, la misma puerta.
Introdujo la llave en la cerradura, la giró y empujó. Encendió la luz y esperó unos segundos antes de entrar. La casa estaba fría, helada, meses cerrada le habían conferido cierto halo fantasmal. Abrió las ventanas y se sentó en el sofá. Revisó con la mirada cada detalle de la habitación. Respiró profundamente el aire familiar, conocido, que habitaba entre esas paredes. Estiró las piernas, se acomodó y poco a poco se fue durmiendo. Por fin se encontraba a gusto, estaba en casa.

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