Es domingo, pongo la televisión, en un telediario veo la cara de Camps, más relajada que hace unos meses, más segura, más sonriente. Rodeado del Rajoy, la Barberá y el Pons, posa ante sus allegados convencido que esa partida de poker llamada Gürtel la va a ganar.
Tan confiado se le ve que quizás tenga razón, demasiados ases en su mano suministrados por ese tahur llamado Trillo, demasiados croupiers amigos que visten la toga cuando es necesario, demasiados figurantes que alrededor de la mesa intentan averiguar e invalidar el juego contrario, demasiadas cartas marcadas, demasiadas risas indecentes, demasiados trajes, demasiados bolsos, demasiado puterío de lujo, demasiados ferraris, yates, eventos, convites y otros saraos. Demasiada cara dura, demasiado cinismo. Don Tancredo toma la palabra, feliz de volver a tierras valencianas, promete que cuando gobierne se acordará de nosotros.
Mejor que nos olvide, que la imagen sea un falso presagio, un mal sueño efecto de una mala digestión... pero no caerá esa breva.
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