"...Quien siempre sabe a donde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."
(Javier Cercas, La velocidad de la Luz)

jueves, 11 de marzo de 2010

Esperando el autobus

Estoy helado, a pesar de este sol radiante tengo frío. Son las 5 de la tarde y aprovecho, mientras espero el autobús, para leer un rato, media hora o más pues el anterior se me ha escapado por metros, por escasos 10 o 15 metros. Me quedan por delante 30 o 40 minutos de espera, cosas del transporte público en una ciudad como Alicante, destinado a ociosos, convalecientes, jubilados, emigrantes, parados y demás gente sin prisas, aquí manda el coche que para algo la industria del automóvil tiene tanta importancia en este país.
El libro que llevo entre manos es “Pisando los talones” de Henning Mankell,. Había oído hablar del inspector Wallander, protagonista de esta novela y de otras del mismo autor. Me recuerda, salvando las distancias, al Inspector Maigret de George Simenon, cercano, algo brusco, pero más escéptico que su colega francés, quizás sea síntoma de estos tiempos. La minuciosidad con que se nos describe la investigación, lo real y cotidiana que nos la presenta, lo cansado del personaje que se ve sobrepasado por los tiempos que corren, son ingredientes que se asocian para ir atrapándote de una forma lenta, pausada, pero implacable. Wallender, en esta novela, está punto de cumplir 50 años, su cuerpo empieza a flaquear y, como muchos al llegar a esa edad, percibe que el mundo ha cambiado las reglas si es que acaso las tenía, se ha hecho más incomprensible, va a una velocidad que descoloca, que desfonda y dan ganas de bajarse en marcha y dejarlo que se estrelle.
Atrapado en esa páginas, llega el autobús y no me entero, menos mal que no era un conductor estresado porque de lo contrario, ¿quien sabe donde estaría en estos momentos?.

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